Adiós al impetuoso Parsifal D’Sola, por Alonso Moleiro

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Empresario, promotor, activista político, ciudadano luchador por la democracia; Parsifal D’Sola hizo de la causa venezolana una pasión personal. Alonso Moleiro y Parsifal D’Sola.

Parsifal D’Sola, empresario, promotor, activista civil y político, infatigable luchador por la democracia, testigo excepcional de la vida contemporánea de este país, falleció el pasado jueves, 16 de mayo, exiliado en la ciudad de Bogotá, a los 81 años de edad.

Formado en su carácter y valores por los jesuitas, Parsifal nació en Caracas el 15 de noviembre de 1942. Desde muy joven tuvo vocación y aptitud para el emprendimiento. Se inició como empresario a comienzos de los años 70, en plena bonanza de la democracia, con la construcción de diversos desarrollos habitacionales y viviendas unifamiliares, cuyo ámbito y alcance se fueron expandiendo con el paso del tiempo.Estuvo muy involucrado en varios desarrollos urbanos para el turismo y el entretenimiento, algunos de ellos célebres en el país, como el proyecto Isla Mágica y el Canódromo Internacional de Margarita, además de varios proyectos hoteleros.Como él mismo lo comentara varias veces, D’Sola comenzó a interesarse por el país, la política y el hecho público una vez que conoció a Renny Ottolina, de quien fuera socio y amigo. Desde ahí en adelante, con el paso de los años, y sin abandonar sus obligaciones ni su vocación, el empresario D’Sola se fue adentrando, sin pretenderlo, en las profundidades de las pasiones de la política, las tensiones del estado y los hilos del poder.En 1981, Parsifal D’Sola conoce a quien fuera otro de los grandes amigos de su vida: Teodoro Petkoff. La relación personal y familiar se fue consolidando a mediados de los años 90. El vínculo personal fue posible pese al fuerte carácter que tenían ambos, siempre sobre la línea del cariño y el respeto, independiente de las muchas diferencias políticas que llegaron a tener.

Parsifal fue muy cercano al diario El Nacional y a Miguel Henrique Otero, tras haber sido amigo primero de su padre, Miguel Otero Silva. Con el diario mantendría una relación ininterrumpida, haciendo causa común con muchos de sus nodos informativos y actividades cívicas, teniendo un lugar como uno de sus accionistas y formando parte de su Consejo Editorial. Junto con El Nacional, D’Sola tuvo fuertes enfrentamientos con el gobierno de Carlos Andrés Pérez, en los momentos más turbulentos y críticos de la crisis de credibilidad de la democracia, a comienzos de los años 90.

En 1993, apoya la candidatura de Rafael Caldera. Con el paso de los meses y años, ya en el gobierno, tuvo fuertes desacuerdos con el líder socialcristiano, concretando con él una sonora ruptura personal, a causa de diferencias políticas y de procedimientos, que le valió visitas de la policía política a su casa.

Como parte importante del país de aquel entonces, buscando una salida desesperada a los problemas de gobernabilidad de la democracia, D’Sola decide acompañar también, en 1999, la candidatura de Hugo Chávez y su propuesta de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente.

Como cabría imaginarse, los desencuentros con el chavismo fueron minando rápidamente la ilusión de Parsifal, afloraron diferencias cada vez más difíciles de sobrellevar con la plana dirigente chavista y el propio comandante, y, no mucho después, se concretaría otra estridente ruptura.

De ahí en adelante, Parsifal D’Sola hizo constantes e ininterrumpidos esfuerzos para forzar en el país una transición de la democracia que le permitiera a la nación preservar la conquista de la alternabilidad política.

Absolutamente seguro, desde muy temprano, de los verdaderos intereses totalitarios y castradores del chavismo como movimiento político, independientemente de su lenguaje electoral y sus promesas consultivas, D’Sola se convirtió en uno de enemigos más esclarecidos de la actual hegemonía oficialista con el paso del tiempo.

En 2007, D’Sola pasa a formar parte integrante del famoso Grupo 2-D, una plataforma de intelectuales, abogados, personalidades y activistas civiles de la vida nacional que reivindicaron la primera victoria electoral de las fuerzas democráticas sobre el chavismo en aquel referéndum por la Reforma Constitucional que impulsó Hugo Chávez, y que le exigieron al presidente el respeto a los resultados de aquella consulta.

Los enfrentamientos con el chavismo se fueron endureciendo con el paso de los años, en la misma medida en que aumentaba la furia y la decepción de D’Sola con la conducta de sus antiguos aliados, y en la que el chavismo se decidía a profundizar y radicalizar su proyecto político sin atender otras razones que no sean las propias.

Uno de sus últimos proyectos como empresario fue el desarrollo del Hotel Perlamar, en Margarita, un desarrollo de enorme calado en la vida de la isla. Sus instalaciones fueron tomadas por la fuerza pública casi terminada toda la obra, una vez que fuera acusado de conspirador y tuviera que abandonar el país hacia el exilio.

Además de su fuerte carácter personal, su inconformidad y su espíritu crítico, habitaba en Parsifal D’Sola un hombre afectuoso, leal con las amistades, familiar, correcto en el procedimiento, de mucha afabilidad y sencillez en el trato.

Parsifal D’Sola estuvo casado con Irene Alvarado, madre de sus hijos Parsifal e Irene; luego con Lerbi Di Lorenzo, madre de su hijo Diego; y finalmente con su actual esposa, Iolanda de Nóbrega.

Sus últimos años los vivió bajo la esperanza de volver a su país, alentado por la posible perspectiva del regreso de la democracia, convencido del buen destino que finalmente le esperaba a su patria.

Dalita Navarro

Sentiré la ausencia de Parsifal el resto de mi vida. Un hombre honorable que prefirió al exilio antes que renunciar a sus principios. Su figura emanaba compromiso social y la necesidad irrenunciable del abrazo. Fue un hombre emprendedor, con enorme tenacidad. Fui favorecida con su amistad por muchos años. Puedo atestiguar su don de gente y su amor por la vida sin lugar a medias tintas. Jamás perdió la esperanza de ver a su patria retomando el sendero de la justicia y la democracia.

Irene Petkoff

Mi papá tuvo muchos amigos, entre ellos, destacó de forma prominente Parsifal D’Sola. Puede que se haya fortalecido muy especialmente en los últimos 20 años de mi padre. Era un incondicional, siempre estuvo dispuesto a apoyarlo, a ayudarlo, a ponerle el hombro, en todos los sentidos. Le abrió las puertas de su casa y de su familia a él, a sus hijos y a sus nietos. Fue un hermano, un compañero, siempre lo tuve muy claro. Era un hombre que tendía puentes. Lamenté mucho su muerte.

Carmen Ramia

Parsifal fue un amigo absolutamente entrañable. Siempre lo recordaré con el amigo más cercano, más consecuente que he tenido. Nunca lo olvidaré. Me dijo varias veces que tenía cuatro amistades en su vida: Teodoro Petkoff; María Teresa Castillo; Simón Alberto Consalvi y yo. Para mí su amistad fue un privilegio. Y pude ver lo que significaba la amistad para él. Una entrega en la cual todo se da para sellar esa amistad. Su exilio fue terrible, le quitaron todas sus propiedades, lo agredieron con mucha dureza. No lo merecía, porque fue un hombre que amó profundamente a su país. Era un hombre implacable, las cosas eran en blanco o en negro. Además, fue un excelente padre, un hombre excepcional con sus hijos.

Perkins Rocha

Firmeza para asumir sus convicciones; valentía para defenderlas y hacerlas respetar; plena lealtad, hasta el límite, con sus amigos; amor y profunda pasión por su familia y por su país: esas fueron las cualidades más resaltantes de Parsifal D’Sola. Siempre tuve la sensación, al tratarlo, de encontrarme con alguien cuyo espíritu y forma de asumir la vida bien pudo ser, salvando las distancias, la de un caballero medieval contemporáneo. Daba permanentemente la impresión de que era capaz de batirse en un duelo, en cualquier momento y circunstancia, por el honor de su familia, de sus amigos, y especialmente por los valores que conforman la dignidad venezolana. Se va un testigo excepcional de la historia contemporánea de este país, y un gran amigo.

La Gran Aldea